martes, 28 de enero de 2020

Notas de Archivo: Diario La Hoja y el recuerdo de Susana Pertierra

El Diario "La Hoja", en su versión digital (ya no se encuentra mas en la red Internet) de la Edición Nº 934 - Miércoles 04 de Julio de 2000, se refirió a la Docente de la Escuela Primaria 54 (Hoy EP 20) desaparecida en Grand Bourg. Luego de 20 años me pareció importante republicarlo para que otros puedan retomar el trabajo en este portal.

Como no tiene firma, creo importante destacar el trabajo por aquellos años de la periodista Verónica Arlausky, como ella tenía a su cargo la parte periodística de Malvinas Argentinas, casi con seguridad esta nota será de su autoría.

Jorge P. Colmán de Casa de la Memoria

"La memoria no puede ocultarse"

¿Por qué recordar hechos dolorosos que sucedieron hace un cuarto de siglo?

Cuando el 24 de marzo de 1976 se produjo el Golpe de Estado en contra del gobierno constitucional que encabezaba María Estela Martínez, viuda de Perón, pocos imaginaban las consecuencias trágicas que acarrearía para la Argentina. En aquellos días, entre otras cosas, se impuso un plan sistemático de exterminio de personas, que ocho años más tarde la Conadep determinaría que sumaban cerca de 10.000 desapariciones. El rastreo de datos, la confirmación de sucesos y la certeza que el plan se había implementado antes del golpe permiten afirmar que la cifra es muy superior.

En nuestra zona, con una gran influencia militar por la cercanía de la guarnición militar de Campo de Mayo y por la existencia de barrios enteros habitados por militares y sus familiares, las desapariciones fueron numerosas. ¿Tiene sentido recordar aquellos hechos tan dolorosos? ¿Por qué reabrir llagas de un pasado lejano?

Esas preguntas y muchas más forman parte del muro del olvido que muchos se empeñan en construir. El silencio, el miedo y el terror instaurado en aquellos días fue tan efectivo que hoy es muy difícil obtener testimonios sobre los operativos que se realizaron en los barrios del antiguo General Sarmiento.

Cuando los periodistas Alfredo Sayus y Fabián Domínguez escribieron ‘La Sombra de Campo de Mayo’ no pudieron obtener testimonios fidedignos sobre muchas de las desapariciones de la región, entre ellos el de la docente Susana Pertierra. A veinticinco años del operativo que se llevó a la directora de la escuela Nº 54 de Grand Bourg (actual 20), por primera vez un medio obtuvo el testimonio de personas que presenciaron su secuestro y tuvieron contacto con ella los días previos al operativo.

Muchos consideran que el silencio y el olvido es solo una anteojera y una camisa de fuerza que impide vivir con dignidad el presente y proyectar con esperanza el futuro. Por el aprecio, la admiración y el grato recuerdo que aún guardan muchos docentes por ella, La Hoja adhiere al homenaje que se realizará mañana en su escuela, publicando algunos perfiles de su personalidad y dando a conocer algunos detalles de su secuestro, ocurrido en su escuela, durante el mediodía del 5 de julio de 1976.

Operativo

El secuestro de la directora

La mañana de invierno en la cual secuestraron a la docente Susana Pertierra.

El invierno ya se había instalado en las calles polvorientas y en las casillas de madera del Gran Buenos Aires. Sacos, bufandas y guantes habían salido a relucir desde hacía tiempo. El primer día de la semana laboral estaba cargado de los clásicos comentarios sobre los resultados de los partidos del campeonato de fútbol, jugados la tarde anterior.

En Grand Bourg, una localidad obrera alejada de la ciudad cabecera de General Sarmiento, la mañana pasaba veloz, casi como una jornada más. En las proximidades de la escuela Nº 54, ubicada en Luis Vernet y Paso de los Patos, algunos vecinos y docentes detectaron movimientos y personas extrañas al barrio. A primera hora de la mañana, un hombre había estacionado en una cuadra cercana al establecimiento educativo, un Renault 6 blanco, y desde allí vigilaba los movimientos de las cercanías.

Antes del mediodía un grupo de madres se arremolinaron en torno a la puerta del colegio. A las 12 tocó la campana de salida y un rato después las veredas y calles se vieron invadidas por decenas de guardapolvos blancos. Muchos habían advertido que, además del auto que desentonaba con el paisaje cotidiano, en la vereda de la estafeta postal había dos hombres, con un sobretodo gris, que esperaban con paciencia. Dialogaban entre sí, a veces fumaban, pero no dejaban de mirar en dirección a la escuela.

Una de las maestras de primer grado llegó en su auto, acompañada de otras docentes. Mientras el rodado transitaba por las calles de tierra, se podía ver a algunos alumnos rezagados que se entretenían tirando piedras en un arroyito cercano. Era habitual que en el vehículo también llegara la directora, a quien recogían en ruta 8 y San José, cerca de su casa en Muñiz. Pero desde hacía algún tiempo que los lunes la directora llegaba en tren, directamente desde Capital Federal, donde iba los viernes, cuando salía de trabajar como preceptora de la escuela Media Nº4 de San Miguel, frente a la Plazoleta de Primera Junta y León Gallardo. Las maestras del turno tarde que iban llegando se congregaban en una de las aulas.

- ¿Qué están chusmeando ahí?-, preguntó una de las recién llegadas.

- Esos dos hombres que están enfrente estuvieron toda la mañana parados en la vereda, parece que estuvieran vigilando. ¿Los conocés?

- Por su actitud y cómo están vestidos, es evidente que esa gente no es del barrio-, respondió una de ellas.

- Por el corte de pelo y la manera de pararse parecen policías -, dijo otra.

- ¿No serán los mismos que vinieron hace diez días, preguntando por Susana?

- ¿Quién preguntó por ella?

- Hace dos semanas vino un hombre, vestido de civil y que se identificó como policía. Dijo que era de la Brigada y preguntó por ella. Susana no estaba, entonces él pidió preguntó dónde vivía, pero no le respondimos sino que lo mandamos a Inspección, en San Miguel.

- Ahora que decís eso, el viernes también vino gente preguntando por ella. Eran dos personas, que llegaron después que se fueron los chicos de la tarde. Los tipos insistieron, pero ella no vino y nosotros ya nos íbamos, así que les dijimos que volvieran otro día. No dijeron para qué la buscaban. Lo único seguro es que no eran padres.

- ¿Le avisaste a Susana en el otro colegio?

- No, porque no fue. Pero hablé con la madre por teléfono y le pedí que le avisara. Me respondió que no le iba a decir nada porque notaba a su hija muy nerviosa, que no dormía bien y que la veía muy preocupada.

Las maestras siguieron conversando, algunas preparando láminas para la fiesta del 9 de Julio y otras comentando las actividades del fin de semana. Imprevistamente, un rato antes de las 13, los dos hombres cruzaron la calle, se dirigieron a la entrada del colegio y golpearon el portón. La portera estaba en el fondo, limpiando una de las aulas, por eso atendió una de las docentes. Los hombres extraños, con suma caballerosidad, preguntaron por la directora. La mujer les respondió que aún no llegó. Ellos le dijeron que sabían que no estaba, pero insistieron en saber si iba a concurrir. Cuando la maestra le respondió que llegaría en breves minutos, ellos decidieron esperarla dentro del colegio. Entraron, y se quedaron parados en un pasillo, frente a un aula.

Una de las maestras había visto a lo lejos, más allá de los baldíos que rodeaban el edificio y las menesterosas casas del barrio, la silueta blanca de la directora que venía caminando por una de las calles de tierra. Susana no sabía nada del procedimiento que había realizado un grupo de tareas, el viernes a la noche, en su casa de la calle San José. Estaban su madre y su hermana, que era directora de la escuela 27. Dieron vuelta la casa, revisaron todas las habitaciones, vaciaron cada cajón y cada placard, sin dejar rincón por requisar. El jefe del operativo no cesó de preguntar por ella, lanzó algunas acusaciones y les advirtió que el teléfono estaba intervenido. Cuando se estaban yendo uno de los hombres arrojó unos billetes sobre la mesa, diciéndoles que lo habían encontrado en la requisa. “Para que después no digan que somos ladrones”, dijo antes de cerrar la puerta. Ninguna de las mujeres sabía dónde estaba Susana, por lo tanto no tenían modo de avisarle.

Tres minutos después que los hombres entraran al colegio, la docente abrió el portón. Las maestras miraron con curiosidad, pero ninguna de ellas la salió a recibir. Solo los dos hombres de gris se adelantaron y la encararon sin violencia y sin exhibir armas. Se presentaron y le dijeron algo que nadie llegó a escuchar. El rostro de la maestra recién llegada se desencajó pero jamás perdió la compostura. De inmediato los tres se dirigieron al portón y antes de abrirlo una de sus compañeras alcanzó a decir:

- Susana, ¿querés que alguna te acompañe?

- No chicas, está todo bien-, respondió ella.

Cuando el portón se abrió un viento frío entró al edificio. En la calle, delante del colegio, estaba el Renault 6 blanco, y su conductor tenía el motor encendido. Los tres subieron y se alejaron del lugar. Desde entonces, 5 de julio de 1976, a Susana Pertierra, directora de la escuela 54 de General Sarmiento, no se la volvió a ver más.

Perfil

¿Quién era Susana Pertierra?

Una docente que trabajó junto a la directora de la ex Nº 54 recuerda a su colega.

La directora de la escuela Nº 54 de General Sarmiento, actual EGB Nº 20 de Malvinas Argentinas, era una docente con una personalidad muy fuerte. Susana Pertierra, que tenía aproximadamente 44 años en el momento de su desaparición, aún es recordada y puesta como ejemplo de autoridad escolar por quienes la conocieron.

Una persona apasionada

“Susana concitaba grandes amores y grandes odios, es decir que nadie era indiferente a su presencia. Yo trabajé con ella como maestra suplente, y todos los años volvía a pedir estar en la misma escuela. Era muy exigente, muy creativa, muy inteligente y con una visión de avanzada para la época. Muchas veces, cuando yo misma fui directora de una escuela y tenía que tomar una decisión importante, me imaginaba a Susana en mi situación y la actitud que ella tomaría, es decir que siguió siendo mi modelo.

“Defendía el trabajo docente, por eso los maestros que eran vagos o chantas no la querían, enseguida pedían el traslado a otra escuela o simplemente se iban. Una vez designaron desde inspección de San Miguel a dos maestros que fueron a trabajar dos días y no aparecieron más. ‘Estos tipos siempre me mandan pelotudos, cuando yo en realidad les pido maestros que quieran trabajar de maestros’, dijo mientras nos convocaba a dos docentes para ir a Inspección. En esa época era impensable tener doble turno, por eso no solo nos sorprendió su actitud firme sino su pedido. Apenas llegó, con una voz imperativa, les pidió a los inspectores que no le mandaran más docentes. ‘No me hagan perder más el tiempo porque los alumnos tienen que estudiar y nosotros no tenemos tiempo que perder.

Nombrenmé a estas dos maestras en el turno mañana, que con los poquititos que me quieren yo me arreglo’. Ella era así, los que la querían eran incondicionales, y ella era incondicional con quienes la acompañaban.

“Como persona era difícil, ciclotímica, con arranques que no todos comprendían. Como directora era de avanzada, muy preparada, estudiosa, inteligente, creativa y trabajadora. A sus docentes les exigía como al que más, y cada vez que veía un error lo marcaba y buscaba la corrección y la perfección. Nos hacía de goma, pero cuando alguien de afuera venía a criticarnos se ponía furiosa, y nos defendía como una leona, porque éramos ‘sus’ maestras.

Un barrio pobre

“El barrio era una historia aparte, porque era muy pobre pero a nosotros nos daba gusto ir a ayudar. Con Susana estábamos convencidas que ir a Gran Bourg era ir a construir algo, que estábamos trabajando en algo importante, con los chicos, con los padres, con el resto de los compañeros. Una vez vimos cómo tres hermanitos revolvían la basura y sacan un cabo de manzana y lo comían, esos nos impactó de tal manera que cada una de nosotras llevaba todos los días algo para cocinar. Los colegios no tenían comedores, por eso coordinábamos llevar polenta, fideos, verduras, carne que iban a parar a la olla donde cocinaba la portera. Después llamábamos a los pibes que sabíamos que no comían en sus casas y los llevábamos a comer.

“Del barrio era la presidenta de la Cooperadora, Epifanía Carrizo, que vivía y se desvivía por el colegio. Le decíamos ‘Efi’, y estaba siempre con nosotras, nos ayudaba, nos preguntaba qué podía hacer, a tal punto que muchos pensaban que era la portera, porque siempre estaba trabajando en el colegio. A ella también se la llevaron durante el Proceso. Ese barrio fue muy castigado por la dictadura, y muchos, sin darnos cuenta, estábamos mirando para otra parte cuando al lado nuestro pasaba la muerte.

“Esa combinación del barrio, la escuela y Susana nos fascinaba, y muchos, a pesar de tener la posibilidad de elegir otra escuela, en una zona más urbana, seguíamos eligiendo ir a Grand Bourg.

Esa mujer

“Antes de que la secuestraran se la notaba nerviosa, angustiada. Tuvo que hacerse algunos estudios médicos, y tenía miedo que salieran mal; pero por suerte le dieron bien. Pero igual siguió nerviosa, y en alguna ocasión mencionó las consecuencias que ella podía tener con el gobierno militar, porque era dirigente gremial de CTERA.

“Pocas semanas después de su desaparición se preguntó en Inspección y en la Intendencia qué había que hacer con el caso Pertierra. ‘Dejen de preguntar por esa mujer’, dijeron desde el Palacio Municipal. Así que en los papeles, ella siguió siendo la directora del colegio hasta que en los primeros días de la democracia llegó una circular. A veces decíamos: ‘mirá si hoy se aparece Susana’, porque nosotros siempre estuvimos esperando su regreso”.

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